Aprendiendo a separar tu valor personal de tus logros
🌙 El caso invisible: cuando el trabajo se vuelve el centro de todo
Quizás te haya pasado: tenĂ©s un buen empleo, cumplĂs metas, cobrás bien… pero por dentro no sentĂs nada.
Y si lo perdés —o bajás un poco el ritmo— de golpe todo se apaga.
Dejas de hablar, de salir, de subir cosas a redes.
SentĂs que sin trabajo no sos nadie.
No es flojera ni drama: es algo muy real.
Muchas personas como Gonzalito, un programador que conocimos en la comunidad, viven asĂ.
De chico aprendiĂł que el trabajo lo es todo: que valĂ©s si producĂs, que descansar es culpa, que mostrarte sin Ă©xito es vergĂĽenza.
Y aunque hoy gane bien, se siente atrapado en un loop donde la vida es solo “hacer números para seguir existiendo”.
💡 ¿Por qué nos pasa esto?
En muchas familias —sobre todo las que crecieron con sacrificio— se enseña que trabajar duro es sinónimo de dignidad.
Y es cierto: el esfuerzo es valioso.
Pero cuando ese mensaje se vuelve absoluto, se transforma en un mandato invisible:
“Si no producĂs, no valĂ©s.”
Ese mandato crea una autoestima condicional: te querés solo cuando te va bien.
Si fallás, te sentĂs vacĂo, improductivo, “menos persona”.
⚙️ El cĂrculo del perfeccionista cansado
- Te exigĂs rendir siempre al máximo.
- Te agotás.
- Te sentĂs culpable por agotarte.
- Te exigĂs el doble para compensar.
Y asĂ, el cuerpo y la mente entran en modo supervivencia.
El trabajo ya no te da identidad: te consume.
A veces el sĂntoma es sutil —no reĂs, no disfrutás, evitás vĂnculos— y otras veces se vuelve peligroso: la vida se reduce a cálculos, nĂşmeros y horarios.
đź§ CĂłmo empezar a salir de esa trampa
Nadie sale de un dĂa para el otro, pero hay pasos que ayudan:
1. Desconectá el valor del rendimiento.
Tu valor no aumenta ni baja segĂşn tu salario, tus notas o tus logros.
Sos alguien, punto.
La productividad es lo que hacés, no lo que sos.
2. Permitite ser imperfecto.
No tenés que estar “en tu mejor momento” para mostrar tu lado humano, salir o enamorarte.
La vida no espera a que estés listo: se vive mientras tanto.
3. Buscá espacios no productivos.
Tocar mĂşsica, cocinar sin apuro, mirar el cielo, charlar sin objetivo.
Esos momentos no son pérdida de tiempo: son lo que te recuerda que estás vivo.
4. Cuestioná los mandatos heredados.
Agradecé lo que tus padres te enseñaron, pero entendé que su contexto era distinto.
Podés honrar su esfuerzo sin repetir sus miedos.
5. PedĂ ayuda si te sentĂs vacĂo.
Un psicólogo no te va a quitar tu ética de trabajo: te va a ayudar a no desaparecer dentro de ella.
🌿 Recordá esto
No sos un nĂşmero.
No sos tu sueldo ni tu productividad.
No tenés que “ganarte” el derecho a descansar, ni a sentirte querido.
A veces el verdadero acto de valentĂa no es trabajar más, sino seguir existiendo cuando el mundo te dice que solo valĂ©s si rendĂs.
đź’¬ Cierre
Si te sentĂs identificado con lo que viviĂł Gonzalito, no estás solo.
Muchos jĂłvenes que crecieron con la idea de “salir adelante a cualquier costo” están redescubriendo otra forma de Ă©xito: la que incluye salud mental, vĂnculos, sentido y placer.
Quizás la meta no sea “ser perfecto”, sino poder ser persona incluso cuando no todo sale bien.